Navegando por internet me he tropezado con una fábula escrita por un canadiense hace ya bastantes años y que es muy ilustrativa de lo que ocurre en estos sistemas sociales a los que llamamos DEMOCRACIAS.
Contaba Douglas que en el País de los Ratones, los pequeños roedores vivían bajo nuestro mismo modelo social, con Parlamento y elecciones periódicas. Ilusionados, sintiéndose ciudadanos de primera, iban a votar cada cuatro años, como manda la Santa Madre Democracia. Como se veía venir, los ratoncitos eligieron una Cámara de Diputados formada por enormes y gordos gatos negros a la que le faltó tiempo para tomar decisiones buenísimas... para los gatos claro. Pero, ay, lo que era bueno para los gatos resultó pésimo para los ratones. Una de las leyes decía que las puertas de las ratoneras tenían que ser lo suficientemente amplias para que cupieran en ellas la pata de un gato... Otra ley decía que los ratones no podían correr a más velocidad que los gatos para que éstos pudieran desayunar sin realizar un gran esfuerzo físico... Descontentos, ante la siguiente cita electoral, los ratones reaccionaron votando en contra de los gatos negros... y eligieron una Cámara formada por enormes y gordos gatos blancos. Los gatos blancos habían hecho una buena campaña basada en la injusticia que suponía la forma redonda de las puertas de las ratoneras. “Si ustedes nos eligen -dijeron a los ratones- estableceremos entradas cuadradas”. Efectivamente, al llegar al poder, los gatos blancos cumplieron su promesa y construyeron entradas cuadradas, aunque el doble de grandes que las redondas, para que los gatos pudieran meter en ella sus dos patas. Ahora la vida de los ratones se convirtió en un auténtico infierno, y cuando no pudieron soportar más la situación, votaron contra los gatos blancos y pusieron a los negros de nuevo para, cuatro años después, regresar a los blancos, y nuevamente a los negros... Desesperados, lo intentaron con un Gobierno de gatos mitad blancos, mitad negros, y lo llamaron “coalición”. Incluso llegaron a elegir a gatos con manchas, que hablaban como los ratones pero, ay, comían como los gatos... Y es que el problema no radicaba en el color de los gatos. El problema estaba en que ERAN GATOS. Y como gatos que eran, les movían intereses de gatos, no de ratones. Por fin, llegó al País de los Ratones un ratoncito con ideas frescas sobre el particular. Un día, el forastero les dijo a los ratones: “Hermanos, ¿por qué seguís eligiendo un Gobierno formado por gatos? ¿Por qué no elegimos un Gobierno formado por ratones?”. Y los ratones exclamaron horrorizados: “¡OHHHH, UN COMUNISTA!”. Desde entonces, el ratoncito forastero ocupa una celda en una prisión de alta seguridad en el País de los Ratones.
Parece que en la fábula los ratones estaban educados con las ideas de los gatos, de ahí que se horrorizaran con la idea de su compañero. No sé si no ocurrirá lo mismo en la sociedad en que vivimos nosotros.
Posiblemente estemos siendo educados por el PP, P$O€, CiU, PNV, CC, y demás partidos a las ordenes de los banqueros y los grandes empresarios para que creamos que no hay más soluciones que las que ellos nos proponen.
"Nadie es más esclavo que el que se tiene por libre sin serlo." (Johann W. Goethe)